martes, 27 de octubre de 2009

DEDICADA A LOS ESTUDIANTES EN GENERAL

A mis 33 años, miro en retrospectiva mi vida y, a veces, siento nostalgia por un pasado que no volverá.

Recuerdo los felices años de mi niñez, en la comunidad de Volcán, en las tierras altas chiricanas y sonrío al pensar en las nubes de mariposas monarca, la fría brisa de enero y la despreocupación total de aquellos años - a pesar de que Panamá atravesaba su peor momento, en plena dictadura y con la crisis económica golpeando la sociedad hasta sus cimientos.

Recuerdo, también, mi adolescencia, en la que mi única preocupación concreta eran los estudios del colegio. Miro atrás y sé que, por mi inmadurez, no hice mi mejor esfuerzo y hubo muchas oportunidades que desperdicié, en todas las áreas. Pude haber sido mejor y no lo fui. Será por eso que en ocasiones fantaseo acerca de lo que pudo haber sido si me hubiese conducido diferente... ¡qué diferente fuese hoy mi vida! O, tal vez, no tanto...

Es ahora que realmente comprendo los discursos aburridos de todos aquellos viejos y viejas que hablaban de portarse bien, de estudiar, de hacer las cosas bien, de las desventajas de tener novio(a) antes de tiempo y todo eso. Qué distinta sería hoy mi vida de haberles hecho caso.

No debería ser así, pero en este mundo moderno se valora el ser joven y he visto cómo se me cierran muchas puertas ante mis narices, conforme avanzo en edad. Tomé muchas decisiones equivocadas, le hice caso a las personas incorrectas, no escuché mi voz interna - mis gustos, habilidades, intereses y necesidades - y ya ves.

Hoy, 27 de Octubre, que se celebra el día del estudiante, veo a mis propios estudiantes a una edad que quisiera volver a tener para corregir mis errores y haber hecho las cosas de un modo distinto. Los veo corriendo, gritando, felices, sin zapatos, con la camisa sucia, los cabellos enmarañados y una expresión realmente radiante. Juegan voleyball, corren por los pasillos, ingieren su merienda y se entretienen con malvaviscos y juguetes de plástico. Cierro mis ojos y me pregunto si ellos también se equivocarán o lograrán realizar sus sueños.

Para bien o para mal, todo chiquillo(a) va a la escuela y tenemos que orientarlos nos hagan caso o no. Cada quien debe tomar sus propias decisiones. Pero ahora yo tengo autoridad para aconsejar a los niños y adolescentes y decirles que no desperdicien su juventud, ese brevísimo período de tiempo que, aunque llores lágrimas de sangre, no volverá.

En todo caso, yo he ganado en experiencia. Gracias a Dios por los hilos de plata que adornan - o afean, según se mire - mi cabeza. Feliz día, queridos estudiantes.