martes, 6 de diciembre de 2011

Al cierre de un año lleno de ilusiones.

Hoy, martes 6 de Enero, a escasas semanas para que finalice el año, decidí hacer un alto en el camino y poner en la balanza las bendiciones que mi Dios me ha traído este año, en contraposición con situaciones difíciles a las que tuve que plantarle cara.


Desde el año pasado, que mi abuela se cayó en casa y se fracturó el brazo, notamos que su salud en general decayó. Ella, que siempre fue activa, ahora se pasaba prácticamente día y noche en cama, durmiendo, descuidando su apariencia física y evitando la conversación. Mi mamá y yo tuvimos que llevarla al geriatra, el cual ordenó múltiples reconstituyentes, los cuales le han ayudado, pero sigo creyendo que algo dentro de su ánimo se resquebrajó.


Es cierto que confronté situaciones difíciles en mi matrimonio, como casi desde el principio. Mi esposo se accidentó en el oriente chiricano, andando con sus compañeros del club de motociclismo. Me desgasté física y emocionalmente esos 12 días que estuvo hospitalizado y que le introdujeron metales en el brazo.


El Ministerio de Educación no me nombró este año. Peleé la permanencia en La Doradilla, pero, qué va, tenía un puntaje bajito y la maestra que estaba antes de mí sí lo logró. Me alegro por ella, porque es alguien que realmente se lo merece, mas yo tuve que volver a llenar solicitudes nuevamente y nada de nada. Incluso, me atreví a conversar con un miembro de la junta de selección de personal y me dijo lo mismo que a las demás que no tienen influencias: que escribiera mi nombre, especialidad y número telefónico en una lista y, de haber una vacante me llamarían. Jamás lo hicieron, como era obvio.


Por otro lado, perdí mi trabajo de tutora a fines de Marzo y tuve que arreglármelas con mis ahorros del año pasado y la ayuda financiera de mi mamá para salir adelante en los estudios. El postgrado en UNACHI no estuvo tan difícil, ni siquiera la práctica docente; pero no puedo decir lo mismo de Oteima, en donde los profesores eran más exigentes y solían poner más asignaciones semanales. Fueron meses de estrés, entre el trabajo doméstico y las tareas universitarias.


A veces veía cosas bonitas en los almacenes o el supermercado. Las miraba, las tomaba en mis manos, examinaba el precio... y las volvía a colocar en su sitio. No podía comprarlas. Sin embargo, no me duele haberme sacrificado en pos de mis estudios, porque ahora estoy cosechando los beneficios.


Por la gracia y la misericordia de Dios estoy trabajando en Oteima. Me dieron la oportunidad de dictar un curso de informática básica los sábados por la tarde, durante 10 semanas, así que la gloria sea para el Señor, que me hizo justicia.


De ISAE de La Chorrera, me enviaron el certificado de profesorado por medio del flete y pude registrarlo en el ministerio de educación, lo mismo que el de diversificada de UNACHI, lo cual me subió el puntaje, ahora estoy en 99. La otra semana, la UNACHI me entrega el diploma de postgrado en docencia superior, el cual también podré registrar.


En comparación con malas experiencias de muchos de mis compañeros del postgrado, los cuales practicaron con grupos malísimos, yo tuve el gusto de hacer mi práctica docente del nivel superior con un grupo muy bueno, el cual incluso se despidió de mí con obsequios entrañables y e-mails de agradecimiento. Conocí tanta gente agradable, hice amistades con profesores, estudiantes y compañeros.


El domingo sustenté mi última asignatura del postgrado de Oteima, solamente me queda pendiente sustentar mi proyecto final de graduación ante mis autoridades.


La salud de mi abuela ha mejorado y mi mamá se siente más animada ahora que estoy cerca de ella y la acompaño, como antes, al pago quincenal de su jubilación. Va para 70 años de edad, sin embargo, no sufre diabetes, ni presión alta, ni ninguno de esos males relacionados con el envejecimiento. Y está activa, que es lo más importante.


Con la ayuda de su suegro, Olmedo consiguió un auto nuevo. Bien para él, porque su añoso automóvil ya le daba la lata, después de largos 14 años de tenerlo (y éso, que era de segunda mano, eh). A Guillermo le detectaron una piedra en el riñón, mas la expulsó sin necesidad de cirugía.


Por medio del Facebook, me reencontré con viejas amistades. Y, a principios de año, visité la casa de mi amiga Ana Milixia en Guadalupe, luego de muchos años sin verla.


Así que, aunque tuve problemas y situaciones de desánimo, solamente me lamento de no haber adorado a Dios lo suficiente para expresarle mi gratitud por haberme sostenido en medio de la debilidad. Es un privilegio depender de Dios y abrirle la puerta del corazón a Jesús, para que el Espíritu Santo forme el carácter de Cristo en nuestras vidas.


En conclusión, estoy agradecida con el Señor, pues las victorias que yo obtenga, son suyas, como lo son mi vida y mi familia. ¡Gracias, Dios mío, por tu misericordia con que me has amado!