viernes, 19 de abril de 2013

La Agricultura Orgánica

En esta semana, tuve la necesidad de salir de la comunidad donde presto mis servicios como educadora y se me ocurrió pedirle un aventón al Ingeniero A.L., quien supervisa a las personas que trabajan en el huerto escolar. Durante todo el trayecto, estuvo dialogando conmigo de las bondades del huerto escolar: es una actividad productiva y gratificante para los residentes de la zona - en su gran mayoría, indígenas - , además de una fuente de ingresos extra. En un momento del viaje, detuvo el vehículo a la orilla de la calle, encendió su laptop y me mostró, una a una, fotografías que evidencian su trabajo: producción de arroz, tomates, espinaca, repollo, remolacha, cebolla, cebollina, lechuga romana, pepinos, nabos, frijoles...
 
No salía de mi asombro. Siempre tuve en mi mente el prejuicio de que solamente en las Tierras Altas chiricanas, de donde provengo, se podía producir frutas, legumbres y flores de semejante calidad, no en suelo arcilloso bocatoreño (sin embargo, hay que recordar que el globo de terreno donde se encuentra la escuela perteneció en algún momento a Bocas Fruit Company y, por tanto, está excelentemente abonado). El Ingeniero sonrió al notar mi interés y me explicó que es uno de los pioneros en el uso de un nematicida orgánico, elaborado a partir de un helecho común en esta zona. Con orgullo, me indicó la diferencia entre las legumbres producidas en mi tierra y las que su gente y él producen en el huerto escolar: la ausencia total de químicos residuales, tóxicos para el organismo humano, debido a la utilización de métodos de producción 100% orgánicos.
 
Le mencioné que soy vegetariana y que cuido mucho de mi salud, por lo que estoy totalmente a favor de la agricultura orgánica. La verdad es que no me duele pagar un poquito más de dinero por productos orgánicos, pues sé que son amigables con el ambiente y son altamente beneficiosos para mi salud;  sin embargo, no pude evitar tocarle el tema de la polémica entre los agricultores orgánicos y quienes afirman que para alimentar a una creciente población mundial (con el agotamiento de los suelos y la escasez de aguas potables y de suelos para la agricultura) se necesita la producción de monocultivos a gran escala y el uso de cada vez más potentes plaguicidas.
 
El Ingeniero comprendió estos argumentos y me dijo que era cierto, por lo que no los refutaba ni afirmaba estar en contra de ellos. No obstante lo anterior, también me dijo que los huertos caseros y escolares, utilizando métodos orgánicos es una garantía de alimentación saludable, además de una ayuda a la economía familiar o escolar, tanto si se consumen estos productos, como si se venden. Y, mi escuela no es el único centro educativo de la provincia de Bocas del Toro donde el Ingeniero L. coordina estas actividades, adicionalmente también dirige cuatro proyectos más.
 
A.L. tuvo la amabilidad de llevarme hasta la puerta de mi casa. Al despedirme de él y cerrar la puerta, me puse a meditar en la pasión con la que me habló de estas cosas y de la gente que, sin ganar un centavo, pero con la disposición de aprender algo productivo, sacrifica su tiempo para entregarse a esta actividad tan gratificante.