jueves, 28 de julio de 2011

El Legado de las Revoluciones.

A punto de finalizar este mes de Julio, en el que se conmemoró un aniversario más de las Revoluciones Francesa y Estadounidense, pienso en el tipo de legado que aquellos grandes filósofos y patriotas querían transmitir a las posteridad. No hay corazón que no se estremezca ante las palabras: "Libertad, Igualdad, Fraternidad", inmortales por su peso histórico y porque siguen siendo inspiración para las generaciones venideras.


En este año, en algunos países se han registrado protestas en contra de sus gobernantes, al punto de echarlos de su posición de autoridad, bajo graves acusaciones de corrupción y tiranía. Tal vez, a George Washington o a Maximilien Robespierre les habría parecido lógico que las masas humildes se rebelasen en contra de sus gobernantes... o tal vez no.


Habría que estudiar el contexto histórico en que ocurrieron aquellos eventos, tan ampliamente difundidos a través de una sucesión interminable de libros, documentales y películas (cómo no recordar "El Patriota", con Mel Gibson y Jason Isaacs) y reflexionar sobre las motivaciones que llevaron a los que hoy conocemos como grandes luchadores por la libertad y la justicia de sus pueblos, a tomar las decisiones que cambiaron el curso de la historia.


¿En verdad la libertad, igualdad y fraternidad era para todos, o solamente para los de clases más pudientes? ¿Igualdad para los hombres solamente y no para mujeres? Al igual que la democracia ateniense, que ha sido blanco de críticas por sus fallas - entre ellas, el pedante machismo - la revolución francesa ha sido duramente cuestionada por algunos revisionistas históricos que no digieren cómo un pueblo pudo someter a la guillotina a sus reyes.


Sin embargo, a pesar de que se cometieron terribles hechos durante estas revoluciones, que causaron la muerte de inocentes y culpables, yo considero que se puede extrapolar algo positivo de esto y es que, realmente, la gente del pueblo no debe tolerar abusos de sus gobernantes. Deben alzar sus voces de forma respetuosa y tolerante y proponer alternativas de solución a los problemas, sobre todo, oponerse a todo tipo de injusticia y opresión, educándose, trabajando honradamente y cumpliendo sus deberes cívicos y patrióticos.


Es difícil hablar de cultura de paz y del respeto a la opinión ajena en estos tiempos en que nadie valora la tolerancia. Alguien expresa públicamente su punto de vista sobre cualquier asunto e inmediatamente otra persona le lleva la contraria con los insultos más denigrantes. No está de moda la sinceridad respetuosa, ahora la gente te dice: "es que yo soy muy directo" como una excusa para decirte groserías. Nadie pierde un minuto de tiempo escuchando opiniones contrarias, porque las ven como una amenaza y no meditan en que tal vez la otra persona tenga razón. Nadie quiere admitir sus errores, lo consideran una muestra de debilidad.


Nos queda un largo camino por recorrer, educando a las nuevas generaciones para que sepamos convivir en una sociedad cada vez más intolerante. Sería bueno empezar por cambiar nosotros mismos, dándoles a las palabras Libertad, Igualdad y Fraternidad el sentido correcto.