lunes, 3 de mayo de 2010

Violencia en Panamá.

La semana pasada, observé con sumo dolor una estadística que se publicó en uno de los periódicos de circulación nacional, en la que aparecían los nombres de personas que fueron asesinadas en el mes de Abril, sus edades y la forma y provincia en que perecieron. Me pareció atroz cuando leí que uno de mis compatriotas murió descuartizado.

Recordé los viejos tiempos en los que un homicidio era noticia en Panamá. La gente se indignaba, pero no había ese ambiente de inseguridad que se vive ahora, incluso en las zonas rurales y semirurales de mi precioso país.

¿Qué fue lo que pasó? ¿No se supone que Panamá es una tacita de oro? ¿Dónde quedan los días en que la opinión pública se conmovía ante un asesinato? ¿Quién tiene la culpa... si es que hay alguien a quien culpar?

Es difícil saber hasta dónde se acaba tu responsabilidad y empieza la mía; pero más que criticar o echarle la culpa a algún sector de la sociedad o a los gobernantes de turno, yo prefiero seguir con mi postura pacifista y exhortar a las personas que me rodean a que sigan conduciéndose con honestidad, generosidad y buenas intenciones. Después de todo, todos los seres humanos somos responsables de dejar un mundo mejor del que encontramos al nacer por medio de nuestras buenas actitudes y actuaciones, procurando agradar a Dios.

Y hay quienes han cometido acciones repugnantes, sin embargo, Dios en su misericordia quiere perdonarles y restaurar sus vidas para que no sigan más esos caminos de perdición, sino que sean modelos de pensamiento y conducta.

Lo que he dicho antes, lo repito ahora: Todos podemos ser mejores.