jueves, 8 de septiembre de 2011

Aldea global o Patio Limoso Global.

Cada vez que escucho a mis profesores de la universidad, orientados por el Ministerio de Educación, se repite el mismo discurso: que los educadores estamos brindando una educación incompleta, pues ni practicamos valores ni se los inculcamos a nuestros estudiantes. Que está bien enseñar teoría y práctica, pero que lo que más se necesita en este momento es la práctica de principios éticos, morales, cívicos, religiosos, ambientales...

Yo, influida por estos ideales, pienso de igual manera, pero qué difícil es cambiar el escenario de la nueva generación. Un escenario en el que nadie puede disentir de otra opinión sin insultar ni denigrar a la otra persona; donde la gente ha perdido su integridad al punto en que evaden el pago de sus deudas y se molestan si les cobran; donde los niños hacen lo que les venga en gana y sus padres se molestan con quienes les llaman la atención.

Al respecto, puedo relatar que tengo unos vecinos que no saben el significado de la palabra "convivencia": ponen música en alto volumen, sin importar la hora, nos han dañado la cerca - curiosamente, la cerca está intacta en los costados de los otros vecinos - permiten que sus hijos tiren piedras a nuestro techo, los adultos arrojan basura a nuestro patio y muchas veces en que he pasado por ahí, no me devuelven el saludo - supongo que son de la realeza británica.

Y no son los únicos. Hay otros, varias casas más arriba, de los que hay que cuidarse de no dejar ningún objeto mal puesto porque se lo roban y no hay fin de semana que no hagan ruidosas "fiestas" llenas de licor y música estridente. Los niños copian el modelo de sus padres y son respondones, groseros y les gusta tratar de introducir monedas extranjeras (colones costarricenses o dimes canadienses) en los comercios para tratar de estafar a los cajeros. Tienen perros bravos sueltos, que atacan a los transeúntes y les gritan improperios a quienes tratan de defenderse a puntapiés. Se roban la señal de televisión por cable y, aunque les suspendan el suministro de agua o de energía eléctrica por incumplimiento en el pago, ellos se las arreglan para obtenerla clandestinamente.

Se habla tanto de tolerancia, de convivencia pacífica, de una Aldea Global en la que todos colaboran por un fin común y yo pregunto, ¿no será esto una utopía, parecida más a la aldea de los pitufos que a la realidad del ser humano que, bíblicamente hablando, es de naturaleza perversa y desagradecida (Romanos 3:23)? ¿Será posible convivir en paz con nuestros semejantes aun cuando existan diferencias entre nosotros? ¿O estamos condenados a destruir con nuestros pies lo que nuestras manos con tanto sacrificio lograron?

Cuando estoy a punto de perder la fe en el ser humano y en anhelar estar en otro lugar, mi vecina - la del "lado bueno" - me llama para regalarle una planta a mi mamá. Su jardín ya no tiene espacio y esa heliconia roja se vería genial junto al mirto que nosotros tenemos hacia el frente... podemos quedárnosla si queremos, así, completamente gratis. Le agradezco por el gesto y miro la flor. Es realmente hermosa, igual que la tarde soleada que pasa desapercibida para quienes se enfrascan en sus afanes y no tienen tiempo de darle gracias a Dios por lo bueno. Y sí, sí vale la pena vivir un día más para cumplir los planes y los propósitos de Dios aquí en la tierra.