domingo, 14 de julio de 2013

El banano comercial: algunas cosas que yo desconocía de su producción.

La primera vez que llegué a Changuinola, me sorprendió ver la gran cantidad de plantas de banano sembradas a lo largo de las vías de acceso al centro de la ciudad. No se parecían a las que sembró mi difunta bisabuela y uno que otro vecino en las tierras altas chiricanas, las cuales producían bananos (los chiricanos decimos “guineos”) pequeños, de intenso color amarillo y fuerte olor. Nada de eso. Eran unos racimos enormes, envueltos en unas extrañas bolsas azules, con perforaciones menudas.
 
Alquilé un apartamento pequeño, al lado de una empacadora de banano. El casero me había advertido que, después de las 5:30 a.m. era imposible conciliar el sueño, puesto que los transportadores arrancaban los “motores”, unos curiosos vehículos utilizados para mover los racimos de frutas desde la finca hasta la empacadora. Pero como tengo la costumbre de levantarme mucho más temprano que esa hora, no he confrontado dificultad alguna hasta el momento.
Así que, a medida que me habituaba a las vicisitudes de vivir en Finca las 30 (apagones de luz, clima impredecible, mala iluminación nocturna, delincuencia y suspensiones periódicas en el suministro de agua potable, entre otras cosas), también me puse a observar el movimiento del lugar: gente en jeans y botas de hule, yendo y viniendo;  chicas con delantales impermeables color amarillo, indígenas ngöbe con la ropa manchada de resina portando objetos que me parecieron guadañas en sus mano y jefes dando órdenes por doquier. Sentí una curiosidad enorme por saber lo que ocurría dentro de aquellos recintos.
A medida que comencé a conocer personas y a leer información sobre el tema (principalmente, del libro “El Indio sin ombligo”, del doctor Pernett y Morales y algunos artículos publicados en Internet) mi mente se formó una idea de lo importante que es la producción del “oro verde” en la economía de Changuinola. Sin afán de publicitarlo, el cultivo de banano ha proporcionado una gran cantidad de empleos vinculados directa e indirectamente con este rubro, aparte del surgimiento y desarrollo de universidades, negocios e industrias.
El domingo anterior, conocí a un supervisor, a quien llamaré Fran. Como resultó una persona de suave trato y a quien no parecían molestarle mis constantes preguntas, inquirí acerca del funcionamiento de las empacadoras: ¿para qué envuelven las cabezas de banano en bolsas azules? ¿cómo saben en qué momento cosechar? ¿por qué colocan unos objetos en forma de media luna en los racimos de banano? Y, finalmente, ¿qué rayos es una bacadilla? (Esta palabra la busqué en el Diccionario de la RAE y no la hallé, aunque lo intenté tanto con “v” y como con “b”, por lo que no estoy segura de cómo se escribe, realmente).
Fran me explicó que, contrario a lo que pudiese observarse a ojo de buen cubero, el cultivo del banano comercial se desarrolla de una manera científica y sistemática. Los bananos no se cosechan caprichosamente, existen unas cintas y unas medidas de calibración que sirven de referencia;  aparte de consideraciones logísticas (cantidad de personal disponible para cosechar, transportar, tratar y empacar la fruta) y climáticas, las cuales determinan si una temporada es de baja o alta actividad. Además, no se puede atiborrar una caja con bananos: se ha determinado un rango aceptable de peso y madurez de la fruta para poder envolverla en una cubierta plástica y sellar las cajas.
Existen cultivos que se pueden producir en casa, sin necesidad de muchos cuidados, desarrollando cosechas apreciables, como es el caso del guandú y los mangos. Con los bananos no ocurre igual, se requiere de bolsas plásticas para envolver las cabezas hasta el momento de su cosecha (para evitar las picaduras de insectos) y fumigación constante para mantener a raya toda clase de plagas;  amén de que las condiciones atmosféricas (sequedad o lluvias torrenciales) pudiesen afectar negativamente al producto final. Incluso, la cantidad de hojas que posee la planta en el momento del corte determinan la calidad de la fruta, pues pudo haber sido expuesta a demasiado sol, lluvia o evaporación de humedad y temperaturas que no son óptimas.
El corte de hojas dañadas o amarillentas, la fumigación aérea, la revisión prolija de cada racimo – colocándoles unos objetos de polyfoam, llamados “galletas”, entre mano y mano de banano – son cuestiones a considerar. Existen controles de calidad para todo, inclusive, llegan autoridades foráneas a cerciorarse que los fertilizantes, fungicidas e insecticidas utilizados en las fincas cumplan con las normas internacionales de seguridad, con el menor daño posible al ambiente y las personas que laboran allí.
En conclusión, el cultivo de banano ha impulsado grandemente la economía bocatoreña, generando fuentes de ingreso directas e indirectas y el surgimiento de negocios a todo lo largo de los lugares poblados de Changuinola, cercados por interminables sembradíos de banano y la esperanza de una vida mejor.