viernes, 5 de agosto de 2016

Aborto: Homicidio o Derecho.

En estas últimas semanas, Panamá ha experimentado una ola de abandono de bebés y de hallazgos de fetos en lugares públicos. Los noticieros han presentado información impactante acerca de bebés vivos abandonados y de fetos arrojados a la basura, descubiertos por transeúntes.

Recordé un libro de Billy Graham en el que se abordan esta y otras situaciones, como parte de los últimos tiempos que vivimos. Por la naturaleza del asunto, se polarizan las opiniones: unos afirman que es un derecho de cada mujer o pareja decidir, si esa criaturita que viene formándose en el vientre, debe nacer o no. Otros le llaman homicidio a la interrupción de ese proceso, afirmando que a ese pobre bebé nadie le preguntó si quería nacer o no.

En los argumentos a favor del aborto, se afirma que es un método de control de la natalidad, que si la criatura viene con malformaciones o retardo mental, le hacemos un favor al no permitir que venga a un mundo donde no tendrá libertad y sufrirá el rechazo y la burla de la sociedad. También, está el caso del incesto, en el que niñas de once y doce años quedan embarazadas luego de ser abusadas por algún familiar y tienen que hacer frente a una responsabilidad para la que no están preparadas. Otras mujeres enfrentan embarazos sumamente riesgosos, en los que el embarazo compromete sus vidas y finalmente, los derechos de la mujer. Ya quedaron atrás los años en los que los hombres controlaban todos los aspectos de la vida de sus hijas y esposas;  ahora, la mujer goza de derechos y privilegios y puede, en última instancia, decidir si desea ese embarazo o ponerle punto final.

Por otro lado, quienes están en contra, afirman que el aborto no es más que homicidio. Ya sea por egoísmo de la mujer que decide interrumpir el embarazo (para poder continuar sus estudios, por el qué dirán de la sociedad, por su situación financiera, para no perder su figura – como el caso de una famosa actriz de Hollywood de los años 50 y 60, cuya biografía leí y en la que se afirma que recurrió dos veces al aborto para no perder su contrato, en el que su belleza física jugaba un papel importantísimo) o por motivos “humanitarios” (derechos de la mujer, edad demasiado corta, incesto, violación, entre otros), igual, se está acabando con la vida de un ser humano. Un ser con personalidad, que existe porque el Señor así lo permitió.

Al leer el Salmo 139:13 “Porque tú formaste mis entrañas, tú me hiciste en el vientre de mi madre” y 139:16 “Mi embrión vieron tus ojos y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas”, vemos que Dios ama al ser humano y es el responsable de que exista. Como dice en el libro de Rick Warren, una vida con propósito, Dios permite aun el pecado (adulterio, violación, fornicación) para que se forme un hombre o una mujer, con la combinación genética que Él esperaba, para cumplir algún propósito en la tierra.

Cuando yo era joven, Fernando Brown (Nando Boom) cantaba un reggae muy famoso en contra del aborto: “Déjalo nacer”. Inmediatamente, la oposición se hizo sentir: en un semanario humorístico, ampliamente leído, sobre todo por los jóvenes, dibujaron una caricatura del artista, cantando ese tema, y al lado una jovencita humilde, embarazada, diciéndole “Sí, claro… ¿y tú lo vas a mantener?

Pienso que debemos buscar alternativas. Ya en los noventa, leí acerca de instituciones en las que impedían el aborto de adolescentes, garantizándoles alimentación y cuidados hasta que naciera el bebé, el cual era inmediatamente adoptado por alguna pareja con problemas de infertilidad o pudiente. La Madre Teresa impulsó un proyecto parecido en India, país con una gran cantidad de habitantes y en donde un sector de la población padece graves carencias económicas.

Y, ¿por qué no quedarse con la criatura? Billy Graham también menciona algo importante y es el sentimiento de remordimiento que perdura años después de la pérdida del bebé. Un sentimiento de impotencia por lo que ese hijo o hija pudo representar en la vida: un amigo, un compañero, una ayuda en la vejez. Despedirse para siempre de alguien a quien no se llegó a conocer, solamente por precipitarnos en nuestras decisiones, sin pensar que hay alternativas.


Cuando observo los noticieros y aparece ese tipo de sucesos, recuerdo a mis propios hijos y me pregunto cómo sería mi existencia sin ellos, si hubiese tomado esa decisión. Acaricio sus mejillas y le doy gracias al Señor por sus vidas, porque los tengo en mis brazos. Qué importan los problemas, nada es mejor que gozar de la compañía de ellos.