lunes, 5 de noviembre de 2018

El Cansancio de fin de año.

Hoy no hubo clases: los planteles educativos oficiales se están tomando un merecido descanso luego de dos días de actos cívicos y desfiles patrios. Días de hermosas sonrisas, de maquillaje y de tacones altos; días de corbatas lujosas, camisillas finas y zapatos lustrosos; días de patriotismo, recuerdos del pasado - no tan lejano y solemnidad. Días de verse bien, de gastos y de cansancio.

No entraré en detalles acerca de los gastos de noviembre que tienen tanto directores como docentes y padres de familia de estudiantes que pertenecen a la banda escolar y al cuadro de honor. Porque, incluso, el alumno que no tiene que marchar, desea que sus padres le lleven a mirar el desfile y eso conlleva gastos de transporte, la chicha o el raspao y, para rematar, una visita a Mc. Donalds. Sí, porque todos están cansados.

Así que no voy a decir cuánto me costó el vestido blanco que fue el uniforme que utilizamos el 3 de noviembre, ni entraré en  mayores detalles. Todos los educadores sabemos que, durante el último trimestre, vienen roturas en la cartera: día del estudiante, fiestas patrias, día del educador, día de la madre, navidad. Regalos para mil y una personas, cosas que solamente un educador en servicio puede entender (no la gente que nos cuestiona los aumentos de sueldo).

Y el cansancio, la horrible sensación de pereza física y mental, el deseo de querer tirar la toalla y acudir a nuestro trabajo por obligación, deseando tener días libres para descansar y dormir. El anhelo de que vuelen como pájaros los días y que se haga pronto el 21 de Diciembre, liberarse de una pesada losa que cargamos en la espalda.

Pero, pregunto: ¿será que el educador es flojo los 365 días del año? No sé los demás, pero en mi caso, inicio el año escolar con mucha energía y expectativas, con ganas de hacer muchas cosas. Sin embargo, el cansancio acumulado durante casi 10 meses de viajes ida y vuelta, la privación de algunas horas de sueño durante la madrugada, la mala alimentación, el ritmo frenético de actividades, sumados a los problemas que ya tengo en casa relativos a la crianza y manutención de mis hijos... pues bueno, eso hace mella hasta en los organismos más robustos.

Hoy es día de descanso y lamento que el tiempo no se haya extendido cuatro horas más, para reponer fuerzas. Los días de semana, tomo té verde con jengibre y canela en las madrugadas, y eso me ayuda a sobrellevar la carga de mi ritmo de trabajo, pero los círculos oscuros debajo de mis ojos no mienten. Ni se difuminan, ni siquiera con crema de vitamina C.

Es ahora que vengo a los pies de Aquel que prometió a los trabajados y cargados hacernos descansar (Mateo 11:28). Sin duda, Jesucristo multiplica nuestras fuerzas y nos brinda la fortaleza para resistir una hora más, un día más, un mes más.