jueves, 20 de noviembre de 2008

Solidaridad

Cuántas veces nos sentimos desdichados por nimiedades. Si no tengo la cintura como una supermodelo, si no podemos adquirir el automóvil o la casa de nuestros sueños. Si comemos el mismo tipo de comida todos los días...
Es solamente cuando estamos en contacto con los desposeídos de este mundo que reaccionamos y nos damos cuenta de lo afortunados que somos. Cuando observamos el sufrimiento de quienes pierden un familiar muy querido, o padecen largas horas en un hospital debido a una terrible enfermedad, o no tienen casa ni comida - mucho menos, ropa o zapatos nuevos.
Despojémonos de nuestro egoísmo. Es cierto que todos tenemos problemas, algunos de ellos, realmente exasperantes, pero Dios nos dejó la capacidad de sobreponernos al dolor y hacer algo por los que menos tienen.
Salgamos a las calles, ayudemos al necesitado, al enfermo, al hambriento, al que está pasando por situaciones difíciles. Tal vez, no tengamos que ir tan lejos para ser esa voz de esperanza para el que atraviesa un desierto emocional.