viernes, 7 de agosto de 2009

Un amor no correspondido, el cuento de nunca acabar.

Cuando me transportaba hacia mi casa, el chofer del bus tenía puesta una canción de reggae en la que el intérprete se quejaba de que estaba enamoradísimo de una joven, pero que ella no le hacía caso por estar atrapada en una relación tormentosa. Su pareja no la trataba bien, sin embargo, insistía en amar a aquel hombre que tantos problemas le causaba y para ella, el que de verdad la amaba y deseaba, resultaba "invisible".

¿Quién puede contar el número de personas que se enamoran solas en el mundo?. Gente que sabe que la otra persona no le corresponde - y, probablemente, nunca lo hará - y no obstante, se apasionan, sueñan despiertos con tener el cariño de su amado(a) y llegan a extremos absurdos con tal de no perder a ese ser tan especial para ello(a)s. Sujetan a la rosa con firmeza para no perder su belleza, pero se espinan la mano hasta sangrar... oh, qué dulce dolor.

Al meditar en esto, recordé todas las veces en que me enamoré de imposibles, relaciones "sin pies ni cabeza", que nunca podrían ser o que simplemente, resultaron ser caprichos de juventud. Será por ello que no me burlo de los amores imposibles, amores que matan, los celos del alma que acaban y que consumen todo rastro de cordura.

También pienso en la gente que es feliz, hayan fracasado o no en el amor, pero que, al fin y al cabo encuentran a su media naranja, al verdadero amor de su vida y renuncian a todo por su felicidad. Tienen el privilegio más grande de todos: amar y ser correspondidos en mayor o igual medida.