domingo, 8 de febrero de 2009

La fragilidad de la vida.

Las distintas comunidades de las tierras altas chiricanas y de Bocas del Toro aún mantenían fresco en su memoria el recuerdo de las inundaciones de fines de Noviembre de 2008, cuando un frente frío anunciado por los meteorólogos afectó la semana pasada estas provincias.

Lluvias torrenciales acrecentaron los ríos Fonseca, Chiriquí Viejo y Caldera, por mencionar algunas de las muchas corrientes de agua que atraviesan estas comunidades. Como resultado de ello, los miembros de SINAPROC enfrentaron grandes peligros para rescatar a ocho personas - entre ellas, niños y una señora embarazada - atrapadas en un islote rodeado por la furia del Río Fonseca, en el oriente chiricano; y otras personas de Bambito y Nueva Suiza se vieron forzadas a abandonar sus casas a orillas del Chiriquí Viejo.

Mientras los habitantes de Bocas del Toro y las tierras altas se angustiaban a causa de la crecida de los ríos y los deslizamientos de tierras; en otras partes soplaron poderosos vientos que derribaron árboles y postes del tendido eléctrico. Hubo daños materiales y pérdida de vidas humanas por causa de las ramas que se desprendían de los árboles, así como pérdida de productos agrícolas.

¡Qué frágil es la vida! En un momento dado estamos bien, nos sentimos seguros y protegidos, rodeados de personas y eventos que se tornan, a veces, rutinarios; y, al siguiente instante, la barrera de seguridad desaparece y nos encontramos solos, enfrentando nuestro destino.

La roca de seguridad que ofrece este mundo es inestable. Ni el dinero, ni las posesiones materiales, ni una buena reputación o un buen empleo o negocio, ni la preparación académica o la hermosa apariencia física son garantía de que no tendremos que enfrentar algún día la muerte propia o de algún ser querido.

Afortunadamente, la Roca de nuestra salvación es Cristo Jesús. En medio de tempestades o sequías, tenemos la esperanza firme de que Él vela por nosotros y no nos desampara a nuestra suerte.